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A 70 años del «Maracanazo» de Uruguay, la mayor epopeya de la historia de la Copa del Mundo

Unos 200.000 espectadores, récord histórico de asistentes en el entonces nuevo estadio «Maracaná» de Río de Janeiro, construido especialmente para ese Mundial de 1950, fueron testigos de un hecho inesperado: el triunfo de la selección uruguaya por 2-1 ante el combinado carioca, que con sólo empatar habría sido campeona en su casa.

Desde entonces, aquel hecho se considera la mayor epopeya de la historia de los máximos torneos entre equipos nacionales de fútbol. Fue tan grande el impacto de la derrota para los verdeamarelos, que se dio una ola suicidios en el país organizador.

El karma recién desapareció en 1958, cuando con la aparición de un joven Pelé, pudieron ganar su primera Copa del Mundo en Suecia. «Ví llorar frente a una radio a mi padre por primera vez aquella tarde del «Maracanazo» de Uruguay», contaría O’ Rei ya retirado.

«Ahí fue cuando le prometí que yo iba a ganar un Mundial», señaló Edson Arantes do Nascimento, quien siempre cuenta que esta derrota marcó su infancia.

Brasil era claramente candidato a la victoria. De hecho, el diario «O Mundo» había puesto ese día en su tapa «Brasil campeón mundial 1950». Además, el estadio «Maracaná» amaneció decorado con pancartas en portugués que decían «Homenaje a los campeones del mundo».

Como si fuera poco, las autoridades nacionales habían acuñado monedas conmemorativas con los nombres de los jugadores de ese seleccionado y se habían vendido ya quinientas mil camisetas que decían «Brasil campeón mundial 1950».

Moacir Barbosa Nascimento, el arquero verdeamarelo, vivió el resto de sus días entre la tristeza de la derrota y el oprobio al que lo sometieron tras el error cometido en el gol de Alcides Ghiggia que le dio a los uruguayos el 2-1 que desató el festejo charrúa.

Sin dinero y marginado de la sociedad por una derrota que golpeó el orgullo deportivo, llegó a ser canchero del «Maracaná», y cuando los arcos del estadio fueron cambiados desde los palos de madera por los caños de metal pidió llevarse los viejos, sin que nadie entendiera para qué.

Luego, se supo que procedió a quemarlos. Fue tan duro el camino que debió atravesar hasta su muerte que incluso no lo dejaban ingresar en las concentraciones del Scratch porque decían que atraía la mala suerte. Para Uruguay fue el segundo campeonato del mundo.

De hecho, ya habían alcanzo la gloria en 1930, en el «Centenario», venciendo 4 a 2 a la Argentina. Desde entonces, el fútbol oriental nunca más pudo alzar el trofeo más importante de todos.

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