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El Aermacchi de Crippa cerca de regresar a suelo argentino

El Jet Caza Aermacchi MB 339 (4-A-115) con que el Teniente de Navío Owen Guillermo Crippa protagonizó una de las misiones más espectaculares durante la Gesta de Malvinas está a punto de ser recuperado y repatriado para su restauración y exhibición en el Museo de la Aviación Naval de Bahía Blanca.

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La nave que perteneció a la Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque de la Aviación Naval Argentina se encuentra hoy desarmada y depositada en un hangar privado de Texas, Estados Unidos.

Luego de sus hazañas, la flota de Aermacchi quedó fuera de servicio a fines de los años 90. Las autoridades de la Aviación Naval Argentina decidieron su venta, incluido el emblemático 115 de Crippa, para costear el equipamiento de helicópteros que realizaban anualmente campañas en la Antártida.

El Aermacchi 115, de corazón italiano y alma criolla, que nació y dejó de volar con la bandera argentina, habitante de Punta Indio y veterano de las Islas Malvinas, fue adquirido por un comerciante y terminó sus días en los Estados Unidos, guardado en un hangar, a la espera de ser subastado, sin respeto por su verdadero valor histórico.

Luego de varias gestiones, el equipo de repatriación, encabezado por el propio Owen Crippa, Roberto Curilovic y Claudio Meunier, entre otros, formalizaron la oferta económica y se encuentran al aguardo de la confirmación para proceder a su traslado a suelo argentino, según las normativas vigentes.

En principio, la intención es que el Aermacchi descanse en el Museo de la Aviación Naval (MUAN) que se encuentra en la ciudad de Bahía Blanca, Buenos Aires, junto a la Base Aeronaval Comandante Espora.

Pero también está proyectada una etapa de restauración, con la participación de técnicos, mecánicos e ingenieros que atendieron a este avión, incluyendo expertos de Estados Unidos y Europa que ya ofrecieron su apoyo, con el objetivo supremo de volver a ponerlo en vuelo.  

La hazaña de Crippa

El Aermacchi 115 sigue siendo lo que fue: un héroe de Malvinas, un símbolo de nuestros veteranos y de las proezas de nuestros pilotos, una caricia en el alma para su tripulante que en silencio observó como su avión se fue del país.

El 21 de mayo de 1982, el Aermacchi MB 339 (4-A-115) piloteado por el aviador naval Teniente de Navío Owen Guillermo Crippa despega desde el aeropuerto de Puerto Argentino (Islas Malvinas). Confundido contra el terreno, vuela rasante hacia el estrecho de San Carlos. Debe realizar una misión peligrosa: las chances de retornar son nulas, el piloto sabe que sus mínimas probabilidades de supervivencia se han esfumado, la misión es una muerte segura. Debe informar en qué lugar del estrecho de San Carlos la Fuerza de Tarea Británica, la tercera flota más poderosa del planeta, realiza su desembarco masivo. Se le pide contabilizar la cantidad de buques, atacarlos, exponerse a su fuego concentrado. Si encuentra otros blancos de interés, helicópteros, vehículos, lanchas de desembarco, también debe atacarlos. El desembarco británico en las playas lo lleva adelante la infantería, regimientos de paracaidistas, fuerzas especiales, es un despliegue similar al de Normandía en el Día D. El área se encuentra protegida por patrullas de Sea Harrier, buques de guerra armados con misiles, cañones antiaéreos, armas pesadas y  livianas. La infantería cuenta con misiles portátiles que pueden ser lanzados desde el hombro de un soldado.

Crippa no retrocede, avanza hacia San Carlos. Su Aermacchi 115 ha sido fabricado en Milano, Italia, especialmente para la Aviación Naval Argentina. Es un caza de entrenamiento y apoyo aéreo cercano a la infantería. El 115 arriba al país en 1980 pintado de color blanco y rojo. Ahora, el 115 ha cambiado su vestimenta, vuela camuflado con colores verde y marrón. En su nariz lleva el número 115 y el escudo de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque. Crippa está más cerca de San Carlos, enfundado en su casco blanco, observa hacia todos lados. El día es diáfano, parece irreal que la guerra haya llegado hasta esa naturaleza irredenta, salvaje y pura. La parte frontal de su casco es llamativo, lleva un calco especial, la imagen más famosa que ideó Hugh Heffner, la Conejita Playboy. Crippa distingue un helicóptero enemigo, se prepara a atacarlo, asciende y lo centra en su mira, va a lanzarle una ráfaga con sus cañones y seguro será otra baja para el enemigo. Rebasa una loma y frente a su parabrisas frontal aparece más abajo una playa, no muy lejana y un panorama aterrador. Es la fotografía perfecta del desembarco británico en San Carlos. Las tropas realizan movimientos masivos para hacer pie en las Islas Malvinas. Crippa abandona al helicóptero, se lanza solo hacia la tercera flota más poderosa del planeta. Los buques de asalto, logísticos, destructores y fragatas se encuentran fondeados. Algunos navegan otros realizan su tarea de brindar apoyo y cobertura al desembarco. El Aermacchi se desliza a baja altura sobre la playa. Crippa elige su blanco: la fragata HMS Argonaut. Abre fuego con sus cañones de 30 mm, el estampido resuena y golpea a la fragata enemiga. A continuación, dispara sus cohetes Zuni de 75 mm, que impactan sobre la superestructura del buque, golpean sus antenas y radares. De inmediato, el buque queda sin sistemas de defensa, averiado y con limitaciones operativas. A bordo hay tres heridos, pero ningún muerto, Crippa cumple con el primer objetivo: Poner fuera de combate un buque orgullo de la OTAN sin la pérdida de vidas humanas. El piloto naval tiene la sorpresa de su lado y aprovecha cada segundo que le concede Dios.  Los británicos no pueden creer o haber imaginado lo que sucede. El aviador argentino vuela rasante entre los buques de guerra británicos. Es la única defensa de Crippa, sabe que si abren fuego, es probable que se impacten entre ellos. La flota enemiga observa al jet en vuelo a la altura de las cubiertas y cruzando entre los mástiles de los buques. El eco entre los tripulantes británicos se multiplica «no disparen, no disparen»; sólo se escucha la turbina del Aermacchi con su ronquido transitando sobre miles de hombres que se abren paso a tierra a través de las playas. Crippa escapa del enjambre, sabe que su vida peligra, toma con una de sus manos la manija de eyección y con la otra vuela el comando del 115, si observa un misil en vuelo hacia su avión, sabe que su final está próximo. Si logra sobrevivir será mediante una eyección y probablemente caer prisionero. Desde el transatlántico Canberra le lanzan un misil cuando escapa de la flota. Crippa realiza una maniobra evasiva cerca de los buques, el misil cruza  veinte y cinco metros detrás de su avión. Posteriormente, otro misil  lo persigue, Crippa es más rápido y lo evade. A máxima velocidad se aleja pegado contra el mar, delante de él se encuentra una loma cercana, si logra sobrepasarla y ponerse a cubierto detrás de ella quizás viva. La fuerza de invasión, sabiendo que los ha descubierto y está escapando, quiere derribarlo a toda costa. Los fuegos concentrados de las armas más modernas de la OTAN vuelan hacia su avión. Crippa lo sabe. Dos segundos lo separan de la loma que se convierte de pronto en un enorme geiser de turba que salta por el aire. La tierra tiembla y se levanta por el aire a medida que los proyectiles golpean una y otra vez. Crippa asciende y se escabulle, pero no escapa, su instinto le dice que debe anotar todo lo que vio. Con una mano vuela, con la otra toma una birome y observa el cielo. Es probable que una pareja de Sea Harrier le lance misiles rematando el trabajo inconcluso de los artilleros de la fuerza de desembarco. En su pierna lleva un anotador; registra las posiciones de la flota enemiga con la exactitud que le permiten las circunstancias, la posición de los buques y la cantidad que vio. Escapa del área, ahora su temor es la artillería antiaérea argentina que no está alertada sobre su vuelo de regreso y puede derribarlo con sus cañones Oerlikon. La suerte una vez más está de su lado y consigue llegar al aeropuerto sano y salvo. Los mecánicos revisan el Aermacchi, no tiene un solo agujero, ni avería alguna, el “115” ha vuelto inmaculado, se convierte así en un icono de la aviación mundial militar, un ícono de la guerra aeronaval moderna con su ataque en solitario.

El vuelo del Aermacchi posibilita el comienzo de la Batalla de San Carlos y los ataques por parte de la Aviación Naval Argentina y la Fuerza Aérea Argentina contra cruceros, destructores, fragatas, logísticos, buques de asalto y transporte de tropas. Los resultados quedan a la vista ese primer día: la fragata HMS Argonaut averiada queda fuera de combate. El destructor HMS Antrim averiado por los Dagger de la Fuerza Aérea Argentina. La fragata HMS Ardent hundida por el ataque combinado de Dagger y Skyhawks A4-Q. Dos días más tarde la fragata HMS Antelope es atacada, explota y se hunde. El 25 de mayo la aviación argentina alcanza el cenit, el destructor HMS Coventry es impactado con bombas, se da vuelta de campana y se hunde en 19 minutos, la fragata HMS Broadsword queda fuera de combate y el buque portacontenedores y transporte de aeronaves ACL Atlantic Conveyor es atacado por dos aviones Super Etendard con misiles Exocet, hundiéndolo, afectando seriamente los suministros y las aeronaves necesarias para el avance británico en las Islas.

Antes de que caiga Puerto Argentino, el 115 despega y realiza el cruce de retorno al continente junto con otros dos aviones. El Aermacchi se transforma en un símbolo, un icono entre los jets de combate más distinguidos de la batalla aeronaval moderna. Crippa su piloto, también sobrevive a la batalla. El 115 vuelve a su destino natural, la Base Aeronaval de Punta Indio, pero sus días están contados, la turbina que impulsa a este histórico jet es británica, una turbina Rolls Royce. Los restantes Aermacchi de su clase y el 115 finalmente languidecerán y quedarán fuera de vuelo en los años 90, marchitados en el fondo de un hangar, hasta ser vendidos ante las enormes limitaciones presupuestarias.

Fuente: PidoLaPalabraWeb

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