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El origen del racismo en Sunchales

(Por Fernando Calamari) Uno de los primeros documentos racistas que se refieren a Sunchales fue en 1796 cuando un Procurador del imperio español expresó que el Fuerte de los Sunchales servía para cercar “el paso de los infieles del Chaco”. El término infiel formaba parte de la ideología española de superioridad europea blanca cristiana contra los Pueblos Originarios de piel marrón, la cual justificaba el despojo material y cultural de los primeros contra los segundos. En este caso se perjudicaba a los Abipones, ancestrales pobladores de estas tierras. Para esto, el fuerte disponía de armas represivas, como el cañón que se exhibe en la Plaza Libertad.

Luego, ya en el tiempo del estado nacional, el racismo continuó. En este sentido, entre 1837 y 1864 los documentos oficiales consideraban de enemigos y bárbaros a los indios que se combatían en esta zona.
En la segunda colonización de Sunchales de 1868, Charles de Mot se comprometió a poblarlo con familias europeas, si bien permitió el asentamiento de criollos (mestizo de piel amarronada, hijo de mujer india y padre español). Pero los provenientes de Europa eran amplia mayoría (371) con respecto a los argentinos (12). Esto formaba parte de la política de inmigración gubernamental que sostenía que el progreso lo realizarían las personas del viejo continente. (el desarrollo era en parte sinónimo de una determinada raza).

Esto continuó en la tercera y definitiva colonización de Sunchales en 1886. Así, Carlos Christiani y Carlos Steigleder, con el fomento del gobierno santafesino y nacional, llevaron a cabo el poblamiento sunchalense. En 1887, solamente el 30% aproximadamente fueron criollos, mientras el resto eran extranjeros (70%) y, dentro de éstos, predominaron los italianos (59%).
Esta forma de racismo demográfico también tuvo su correlato social en aquellos años. Por ejemplo, las pautas matrimoniales se caracterizaron por ser endogámicas (los casamientos se realizaban dentro del mismo grupo étnico, lo que manifestaba el segregacionismo de género). La mujer blanca europea que se casaba con un criollo era mal vista por la familia de la conyugue, incluso se llegaba a la expulsión de la parentela de ésta.

El inmigrante italiano calificaba despectivamente como “negro vago” al criollo y éste de “gringo pijotero” al primero. Esto se debía, entre otras cosas, al desapego material del criollo y al trabajo exigente para acumular capital del peninsular.

La discriminación igualmente trascendía a la pertenencia étnica y se daba en cada colectividad de acuerdo a la clase social, como la cantidad de hectáreas que poseía el colono o el capital financiero de un comercio. Otra forma de discriminación fue la ubicación domiciliaria entre el centro del pueblo (alrededor de la plaza) y la periferia (cercana a la estación del ferrocarril).

La violencia institucional asimismo se reflejaba étnicamente, como el abuso de autoridad de la policía dirigida por argentinos contra los extranjeros de origen itálico. A pesar de estas diferencias y problemas, las distintas razas y etnias convivieron y no se dieron casos de enfrentamiento físico colectivo. Por lo tanto, todas las diversas personas contribuyeron, en mayor o menor medida, al desarrollo de Sunchales.

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