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Lecciones cruzadas: el Día de la Tierra en medio de la pandemia

Cada 22 de abril se conmemora el Día Internacional de la Madre Tierra, según las Naciones Unidas, organismo que este año lo celebra recordando el papel de la diversidad biológica como indicador de la salud del planeta y el aporte que la biodiversidad puede significar para el combate del COVID-19.
Después de décadas de presión, la huella humana en la tierra se alivió de repente, aunque transitoriamente, como consecuencia de la menor actividad para cuidarnos de  la pandemia.

Para Alba Imhof, docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL y coordinadora del programa de Extensión Ambiente y Sociedad; y Enrique Mihura, docente de Facultad de Ciencias Hídricas de la UNL y quien dirige dicho programa, las esperanzas de que la humanidad pueda realizar una transición hacia un mundo más sano y limpio no dependerá del impacto a corto plazo del virus, sino de las decisiones políticas a largo plazo que se tomen sobre lo que sigue.

“Una de las preguntas que me hacen los alumnos es si hay alguna relación entre el coronavirus y el cambio climático. Lo que uno puede decir es que el cambio climático es tal vez la mayor amenaza medioambiental a la que se enfrenta la tierra siendo un fenómeno que ya lleva varios años en nuestro planeta. En este corto tiempo, se evidenció que las posibilidades de movilidad de las personas, los intercambio de productos y la circulación de medios de transporte favoreció a la propagación de la pandemia. Pero también, podemos ver que aumentan las áreas afectadas por dengue, entre otras enfermedades relacionadas con organismos silvestres. Pandemias, epidemias y animales transmisores van en  aumento y ampliando su área de distribución como consecuencia del cambio climático”, indicó Imhof.

Quizás, tanto la pandemia del COVID-19 como la crisis climática continúan destacando la necesidad de cambios transformadores. “Pienso que el actual problema sólo acentúa el conocimiento que tenemos sobre la dimensión y gravedad de la crisis ambiental contemporánea, como la mayoría de los problemas ambientales que la caracteriza, tiene un origen antropocéntrico”, sostiene Mihura y continúa: “Se debe al paradigma vigente, en las prácticas sociales y políticas, sobre la concepción de que los recursos son infinitos y su eventual degradación puede ser subsanada por el sistema científico y tecnológico. Desde la década del 70, estudios científicos realizados con diferentes criterios, vienen coincidiendo que este paradigma es el principal responsable de la aceleración del proceso de degradación del ecosistema mundial, la existencia de una profunda crisis y el posicionamiento del sistema planetario en el camino de una probable hecatombe ecológica”.

Los sismólogos están observando mucho menos ruido sísmico ambiental, es decir, las vibraciones generadas por automóviles, trenes, colectivos y personas que realizan sus vidas cotidianas en medio del aislamiento. La ausencia de este ruido provocó que la corteza superior de la Tierra se mueva menos. El monóxido de carbono (CO) se redujo casi un 40% y se espera que la tierra vea su primera caída de emisiones globales desde la crisis financiera de 2008, 2009. 

¿Otra economía es posible? 

Con menos conductores en las autopistas del mundo y aviones en el aire, el precio del petróleo cayó casi dos tercios desde el año pasado. Estas son buenas noticias para el ambiente. Sin embargo, las perspectivas de Imhof para el día después de la pandemia no son muy alentadoras. “Todas las acciones ambientales que se venían desarrollando, por ejemplo, tratados internacionales para disminuir la contaminación, principalmente en países desarrollados, serán seguramente acciones que pasen a segundo plano porque cuando acabe esto nos quedarán serios problemas relacionados con la salud pública, tratar de recuperar nuestra economía.De este modo, las cuestiones ambientales pasarán a un segundo o quizás un tercer plano”.
Mihura considera que otra economía es posible y que no existen límites en el plano de lo que habría que hacer ni del cómo. “Las propuestas de economía circular planteadas por diferentes escuelas de pensamiento y acción así lo demuestran. La restricciones para llevar adelante esos planteos se encuentran en los sistemas de organización social, que están al servicio del modelo socioeconómico y productivo que es causa principal de la degradación que padece el ecosistema mundial. Tiene como principal desafío tomar la decisión política de llevar adelante un cambio en su manera de ser, tener, hacer y estar”. 

El futuro lo creamos hoy 

La tierra y los suelos constituyen la base para el desarrollo sostenible de las economías. Los líderes de la ONU, los científicos y los activistas están presionando para un debate público urgente para que la recuperación pueda centrarse en el fortalecimiento de los bienes comunes, la energía limpia, los empleos verdes, entre otros aspectos.

“Creo que una de las principales consecuencias de la pandemia va a ser limitar nuestras circulaciones en un entorno más próximo, dado que no nos vamos a poder trasladar con la misma facilidad con la que lo veníamos haciendo. Habría que pensar una forma de ordenar la economía, centrado en lo local, con lo cual va a ser bastante difícil. El camino está no solo en encontrar respuestas a nivel global, sino también en empezar a hacer lo que cada uno tiene que hacer: racionalizar los consumos, evitar los desperdicios, reciclar lo que se pueda. Pequeños cambios hacen grandes diferencias”, sugiere Imhof.

Estos 32 días de aislamiento hizo que cambie la forma en la que pensamos el cambio o al menos reflexionemos sobre su importancia. “Es necesario una nueva actitud en cada uno de nosotros que lleve a incorporar las aptitudes y desarrollar las destrezas que posibiliten el desarrollo colectivo de actividades, sin perder sus espacios de libertad individual. Reconocer y construir con el otro es una las bases del cambio. En el caso de nuestro país,  permite pensar y desarrollarlo de una mejor manera: las políticas públicas inherentes al desarrollo territorial y socioeconómico deberían promover redes urbano-rurales, sobre la base de pequeños centros poblados fuertemente articulados, que constituyan polos socio culturales y económico productivos que hagan viable el manejo de la tensión conservación-desarrollo y sean organizadoras de la vida cotidiana”, plantea Mihura.

Al fin y al cabo, si esta pandemia es buena o mala para el medio ambiente no depende del virus, sino de la humanidad. “Disminuir la pobreza no es un slogan, es algo que hay que hacerlo. Debe haber alguna forma para que el sistema cambie y la redistribución de las tierras y de los recursos sean equitativos, yo no tengo todavía esa respuesta pero la espero para el futuro”, concluye Imhof. 

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