José Luis Feulién es oriundo de Sunchales, nació el 29 de abril de 1971, estudio en el colegio Carlos Steigleder y se mudó a la localidad cordobesa de Arroyito en 1993 donde se casó con Noelia, que falleció en julio de 2018, con quien tuvieron a su hija Malena. Padece la enfermedad hace 30 años y lucha día a día para seguir adelante.
José Luis tiene 48 años y es un fotógrafo muy especial ya que una de sus fotos fue elegida entre 2000 de todo el mundo para formar parte de la Casa de la Fotografía Mundial. Pero lo especial es que a padece parkinson juvenil y sigue adelante con su amada profesión.
Transcurría 1999 cuando a José Luis Feulién le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson. Por entonces tenía solo 28 años y su vida comenzaría a dar un vuelco rotundo. Empezaría en aquel momento a aprender a convivir con la condición, una lucha diaria que sigue vigente.
Hasta el momento, el Parkinson no cuenta con medicaciones que permitan el retraso de su deterioro o cura. Se trata de la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente luego del Mal de Alzheimer. Se estima que para 2030 su prevalencia se duplicará y afectará a unas 9 millones de personas en el mundo. En la Argentina la padecen aproximadamente 90 mil personas y la cifra de hombres y mujeres menores de 50 años que sufren esta patología -como en el caso de José- se encuentra en aumento.
Con el correr de los años, los síntomas de José se fueron agudizando. Tras la pérdida de su esposa, debió abandonar su casa de campo e irse a vivir al hogar de ancianos Juan XXIII. Su hija Malena, en tanto, quedó al cuidado de sus abuelos, ya que él no podía continuar ocupándose de ella.
A esa altura, el hombre ya se lucía como artista visual. Hace cinco años se le ocurrió probar suerte en un viejo anhelo y, a pesar de su condición, se adentró en el mundo de la fotografía. Desde el otro lado del teléfono, cuenta que la razón detrás de la iniciativa fue que encontró un impulso para seguir adelante. La actividad lo anima a superarse, expandiendo su mente a través de la creatividad.
En 2014 tomó un curso teórico y práctico de la Municipalidad de Arroyito, dictado por su amigo Walter Llanes. En cuatro meses, se familiarizó con las funciones de la cámara. Aprendió a manejar las velocidades, el modo automático y manual, la sensibilidad Iso, la apertura del diafragma, el tiempo de exposición.
Culminada la etapa de estudios, con la certificación lista para enmarcar en un cuadro, encabezó una exposición en la Casa de Cultura local. La muestra se organizó un 21 de septiembre, el Día del fotógrafo.
Su faceta no es la de conseguir la instantánea clásica de un fotorreportero. Al tener que lidiar con la rigidez y los movimientos involuntarios que temporalmente invaden su cuerpo, él espera los momentos de control para dedicarse a su pasión y salir a buscar las fotos que imagina primero en su mente.
Después, se vale de la paciencia para capturar el momento preciso. Con la cámara en mano, retrata imágenes que pretenden transmitir la belleza de la naturaleza. Pone el ojo y la lente en expresiones diminutas. "En las cosas hermosas que nos deleitan y que no le llevamos el apunte y es algo que muchas veces mantiene el amor, como una hermosa rosa", sostiene.
El lunes pasado José compartió orgulloso en su muro de Facebook que una de sus fotos (una imagen que fue tomada en la edición del Rally Regional de marzo pasado) había sido destacada por la Casa de la Fotografía Mundial, una comunidad global de más de 10 mil fotógrafos (con integrantes de Colombia, India, Perú, Chile, México, Uruguay, Portugal y España, entre otros) en el que cada uno expone sus mejores retratos y capturas.
En la misma red social está su álbum, un catálogo en el que proliferan las postales urbanas que encierran paisajes con lagos y sol, o reflejan una amplia gama de colores de flores, aves, insectos y animales.
A ese álbum, dice, le falta una foto que ansia y espera tomar algún día: la del estadio Monumental de River, el club de sus amores.